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EL DEDO CERCENADO DE LA DIFUNTA


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EL DEDO CERCENADO DE LA DIFUNTA.


Sucedió en un Panteón ya desaparecido de Morelia. Por: Omar Guajardo


Aquel hombre barbado, encorvado, desaliñado, con las ropas sucias y los zapatos y el sombrero viejos y rotos era nada menos que Crescenciano, “Chano” para sus amigos, de oficio enterrador de cuerpos en el ya desaparecido Panteón de “Los Urdiales”, que abarcaba los terrenos de la Aceitera de Santa Lucía y otros de la hoy Colonia Industrial hasta llegar a donde actualmente se ubica el Templo de San Martin de Porres. Crescenciano llevaba ya muchos años de desarrollarse en ese oficio con muy poca paga y mucho trabajo, como él era solo es decir que no tenia familia, lo dejaban quedar quienes administraban ese camposanto en una casucha que se encontraba dentro de los terrenos mismos de aquel panteón y a la que le faltaba muy poco para ser una ruina la que estaba ubicaba en un lugar cercano a la torre del Templo de Santa María de los Urdiales que era lo único que se sostenía aún en pie por aquellos años, luego de aquel terremoto que destruyera por completo a aquella Iglesia. Se decía que este panteón comenzó a funcionar en plena epidemia de cólera Morbus el 29 de Abril de 1850, aunque casi siempre se sepultaban ahí mayoritariamente los cuerpecitos de los niños fallecidos, los que eran vestidos con los hábitos del Sagrado Corazón, de San José o de San Antonio y sus cabecitas eran ceñidas con brillantes y coloridas coronitas de Oropel, estos pequeñitos eran llevados hasta su última morada desde sus casas en donde habían sido velados no en los cajones de madera como se acostumbra hoy en día sino en mesitas o tablas cubiertas de flores, en una especie de Procesión en las que se implementó desde entonces la costumbre de quemar y tronar los cohetes a la vez que se iban entonando canticos conocidos como alabanzas los que se cantaban con las voces desentonadas de familiares y acompañantes siendo muy común también en estos cortejos fúnebres la presencia de algunas “músicas” igual de desafinadas que acompañaban a los improvisados cantantes. Este panteón según se señala por algunos historiadores duro en funciones poco más de una década aunque siguió utilizándose por mucho más tiempo casi obligatoriamente por las situaciones apremiantes debido a las epidemias que azotaron a Morelia por lo que también hubo la necesidad de sepultar en sus espacios a muchas personas adultas para lo cual se contrato a tres hombres para que ayudaran a Crescenciano en esa ardua tarea de enterrar a tanto cadáver victima de la terrible mortandad funesta consecuencia de las epidemias padecidas.


Así las cosas casi a diario Crescenciano y sus ayudantes terminaban extenuados de trabajar hasta ya muy entrada la noche por tanto muerto que era llevado para ser sepultado en este y en los otros panteones existentes en la Ciudad y esto debía de hacerse a la mayor brevedad porque los cuerpos se descomponían muy rápido debido a los estragos causados por las epidemias , inclusive tuvieron que enterrar a muchos casi a ras de tierra para ahorrar tiempo y esfuerzo y en ocasiones hubo que dejar a varios cadáveres sobre la tierra hasta el día siguiente en que desde casi amaneciendo los enterradores seguirían con su ardua labor para poder sepultarlos y por esta razón se decía que cuando llovía muy fuerte el agua que corría por los espacios de aquel panteón se llevaba la poca tierra que cubría a aquellos cuerpos dejándolos al descubierto y en ocasiones hasta arrastrando los cadáveres y los restos algunos ya en proceso de descomposición por lo que de aquella zona se desprendía hacía otras partes un olor nauseabundo y putrefacto, tocando al enterrador y a sus tres ayudantes cumplir con la ingrata labor de volver a enterrar a aquellos cuerpos exponiéndose a la contaminación y poniendo en riesgo su salud sin que por ello percibieran alguna otra retribución en su raquítico salario. En fin aquella situación comenzó a molestar, a cansar y a desanimar a los hasta entonces cumplidos enterradores los que a pesar de todo seguían al pie del cañón estoicamente con lluvia, con viento y con sol, soportando todo aquello porque debido también a las epidemias el trabajo más digno y mejor retribuido en la antigua Morelia escaseaba.


Así de esta forma seguían pasando los días inmisericordemente para aquellos tres desafortunados, hasta que una tarde llegaron con el cuerpo de una persona perteneciente a una de las familias más ricas y de abolengo de la Morelia de nuestros ayeres, se trataba de una joven mujer la que había sido llevada en un féretro elaborado en finas y caras maderas, con ornamentaciones labradas también con un gusto exquisito, aquello llamo poderosamente la atención de los sepultureros pues la verdad que era raro que un entierro de esa naturaleza llegara hasta ese humilde camposanto, la razón era que en los panteones existentes en la Ciudad sucedía lo mismo estaban todos saturados y los encargados de sepultar los cuerpos no se daban abasto. Los familiares de aquella joven llamaron a Crescenciano y le hicieron patente la petición de que se enterrara de inmediato el cuerpo de la joven ante el temor de que se pudiera descomponer de un momento a otro:


---¡Vera uste’ su Merce’!--- ---Dijo Chano el enterrador--- ---no es que no queramos hacerlo--- ---pero habrá de comprobar uste’ cuantos cadáveres hay por delante y… ---Un señor de edad avanzada regiamente vestido el que se cubría boca y nariz con un fino pañuelo tratando con esto de que aquel penetrante olor a muerto no lo alcanzara lo interrumpió para decirle--- ---¿Ni con esto se podría?--- ---y sacando una pequeña talega de dinero y depositándola en una de las manos de Crescenciano casi le ordeno: ---Háganlo de inmediato!--- --- Crescenciano volteo a ver a sus ayudantes los que asintieron con la cabeza--- ---Esta bien su Merce’ lo haremos--- ---¡Pero antes de que lo hagan!... dijo el acaudalado caballero…queremos ver por última vez a nuestra hijita y rezarle estas últimas oraciones--- ---Esta bien patrón---le dijo el sepulturero--- a la vez que habría el féretro, quedando al descubierto la figura de aquella joven cuyo rostro a pesar del rictus mortuorio conservaba aún los rasgos que permitían adivinar que aquella había sido una mujer muy bella, pero lo que sorprendió realmente a los enterradores fueron las lujosas vestimentas, atavíos y la gran cantidad de joyas que portaba la joven en cuello, manos y dedos además de la fina pedrería engarzada en el frente de su vestido con las que sería enterrada, por lo que mientras los deudos con la cabeza agachada rezaban las últimas oraciones y se despedían de su ser querido, Crescenciano y sus ayudantes se volteaban a ver codiciosamente:


---¡Pueden proceder al entierro!---ordeno el que parecía ser el padre de la joven yacente--- ---En un momento su Merce’--- ---Crescenciano cerró el ataúd, mientras los otros cavaban la tumba--- Y una vez que terminaron de excavar entre los cuatro depositaron el féretro dentro de la tumba que también quedaba casi a ras de tierra y antes de comenzar a echarle la tierra encima, el hombre aquel les dijo: ---¡Un momento!...¿díganme porque habrá de quedar casi encima de la tumba el ataúd de mi hija?--- ---¡Vera uste’ Patrón!… lo que pasa es que así lo estamos haciendo con todos los difuntos pa’ no tardarnos tanto porque como ustedes pueden ver hay muchos cuerpos todavía por enterrar que nos han dejado aquí los deudos y la noche se deja venir enseguida y nos vemos forzados a dejar a varios muertitos sin enterrar hasta el día siguiente en que los hemos encontrado ya descompuestos--- ---¿Seguro que es por eso’---replicó el viejo--- ---si uste´gusta le podemos mostrar la tumba que uste’ elija pa’ que vea que así lo estamos haciendo con todos--- --- ¡No es necesario!…prosigan con el entierro que ya la tarde apremia---


Aquellos continuaron con el entierro y una vez que terminaron, los deudos de la joven lanzaron cada uno un puño de tierra sobre la tumba y se alejaron hacía la salida cubriéndose la boca y la nariz con sus pañuelos y lienzos tratando de librarse del nauseabundo olor que cubría el ambiente de aquel camposanto por lo que una vez que ya no vieron a aquellas personas los enterradores vaciaron el contenido de aquella pequeña talega que les fue ofrecida por sus servicios repartiéndose varias moneditas de plata que venían contenidas en aquel pequeño saco de tela color purpura, aquello les produjo un gran gusto pues nunca habían recibido compensación o retribución extra por su servicios, únicamente estaban a acostumbrados a su escasa paga, pero las mentes de aquellos estaban ocupadas pensando en la joven a la que acaban de enterrar y mientras seguían con su labor comenzaron a platicar:


---¿Si vieron…no?... les dijo Crescenciano--- ---¿si vimos que?---dijo uno de ellos--- ---¡no se hagan hombre!…ni modo que no haigan visto todos los colgijes que traiba la niña a la que acabamos de enterrar--- ---¡Pos’ como no íbamos a ver!... si hasta deslumbraban aquellos anillotes, y las perlitas y joyitas de las pulseras y las piedrotas de los collares que portaba en el cuello…¡solo un ciego no los habría visto!…le contesto el otro --- ---¿y que con eso?---¿como que que?...contesto Crescenciano… pos’ que me acabo de poner a pensar que a la difuntita si es que se va pal’ cielo o se va pa’ los apretados infiernos de nada le habrán de servir todos esos artilugios… en el cielo no la recibirían por haber sido rica y en el Infierno pos’ creo que tampoco porque por ser tan ostentosa y pecar de vanidad digo si es que se fue con el diablo y seguro debe ser que en vida debió de tener mucho más que lo que ella pudo llevarse y aquí enterradita pos’ menos le han de ayudar todos esos objetos…¿Qué no?--- ---Pos creo que tienes razón---¿Y qué propones?--- ---pos’ creo que a la nochecita debemos de visitarla pa´ ayudarle quitándole tanto peso, pa’ aligerarla y para que así pueda conducirse y llegar más fácil y rápido hasta donde a de morar pa’ siempre…¿Cómo la ven?--- ---Pos’ creo que tienes razón--- ---Hay que darnos prisa entonces con los demás cuerpos y en cuanto terminemos nos dedicaremos a lo que dijimos que haremos…concluyó Crescenciano.


Y tal como lo pensaron lo hicieron… pasadas unas horas y una vez concluida su pesada labor de ese día de enterrar a los más cuerpos que pudieron y ya entradita la noche…se dirigieron hasta el lugar en donde se encontraba la tumba casi recién cubierta de aquella joven. Quitaron rápidamente la poca tierra que cubría a aquel finísimo ataúd y lo abrieron para encontrase con el mortecino cuerpo inerte de aquella joven mujer iluminado tan solo por la luz que emanaba aquella noche de la luna llena…los cuatro la observaron aquella se veía un poco más hinchada, la descomposición había comenzado a causar estragos: ---¡Hay que hacerlo rápido!…les dijo Crescenciano--- ---Porque este ya comienza a apestar más que los otros--- Y tomando la cabeza del cadáver para inclinarla un poco hacia arriba les dijo a los otros: ---No se queden hay nomás viéndome…quítenle el collar y la coronita de su cabeza…¡Ándenle!... Y obedeciendo la orden dada los otros tres procedieron a quitarle el collar y la tiara que llevaba la joven fallecida en cuello y cabeza.


--¡Ora´ procedamos también a quitarle los anillitos y las pulseritas a la niña!— Pudieron quitarle las pulseras con cierta facilidad y sin mucho esfuerzo, pero al tratar de quitarle los anillos se dieron cuenta que los dedos de las manos estaban ya tan hinchados y amoratados que ya no permitían que los anillos pudieran sacarse:


---¿Y ora’ que hacemos?--- ---¿Cómo que que hacemos?--- ---corre a la casita y tráete el hacha y el machete que está en el cajón…ordeno Crescenciano--- Sus ayudantes vacilaron en cumplir con aquella orden: ---Heee…cooomo…¿pos’ que vas a hacer Crescenciano? ---¿tu qué crees?--- ---¡No Crescenciano!...una cosa es robar por la necesida’ que tenemos y otra muy distinta pos’ es ya cortarle sus partecitas a la muertita pos’ como que no se vale…¡eso ya no está bien!...¡onde queda la decencia entonces!


---¿Queee?...¡no me salgan con esas tarugadas!... ya nos metimos en esto y ora’ lo terminamos…piensen en lo que podríamos comprar con la venta de todas estas joyas, sus hijos tendrán ropitas nuevas , comerían bien y sus mujeres también…¿y yo?...pos’ como yo soy solo pos’ iría a la cantina a darle vuelo a la hilacha con las niñas que conviven con los parroquianos ahí….y la verda’ que a la difuntica esos deditos ni le hacen falta ya…como tampoco nunca le hicieron falta los anillitos atorados en ellos…pónganse a pensar ustedes si la enterraron con todas estas joyitas es porque haya en su casa a de tener mucho más de todo esto. Los tres se miraron y sonrieron a la vez que externaron:


---Pos’ creo que como siempre y en todo tienes razón--- ---Vete pues por el hacha y el machete…le ordenaron al más joven--- ---Pero tú serás quien le arranque los dedos para quitarle los anillos Crescenciano--- ---solo así participaremos---le sentenciaron los otros--- ---Ja Ja Ja…¡claro que si hombre yo lo hare!...y si hay algún castigo divino o terrenal por esto pos’ que sea yo quien lo reciba todo y no ustedes “tercia de collones”…pa’ eso me gustaban--- ---pero eso si… como yo hare el trabajito más pesado es claro que me tocara a mi ese anillo…el más grande, el de la piedra verde rodeado de brillantitos blancos y que brilla tanto aún en la obscuridad de la fría tumba…ja ja ja--- ---¡digo si es que ustedes están de acuerdo! ---Si hombre está bien es lo justo…como tu harás más pos’ te toca quedarte con él.


Así las cosas llegó el otro con las herramientas y Crescenciano sin respeto y sin contemplación alguna para aquel cuerpo inerte, cerceno rápidamente todos los dedos de las manos de aquella joven depositando los añillos en un pañuelo, para que una vez terminado el trabajito como él decía, echar dentro del ataúd casi todos los dedos mutilados, menos uno aquel dedo en donde había estado el enorme anillo de oro con la gran piedra verde y el que Crescenciano había escogido para él, y quizás tal vez por la avaricia, o por las prisas etc. no se fijaron que al aventar los dedos dentro del ataúd este pego en la madera de la tapa rebotando y quedando por esa razón fuera, entre la tierra.


Una vez que concluyeron con su horripilante sacrilegio y robo, volvieron a sepultar el ataúd con la joven acomodando la tierra como si nunca hubiera vuelto a abrirse aquella tumba y una vez dentro de la vivienda que como ya dijimos quedaba dentro del Panteón de “Los Urdiales” y a la luz de algunas velas, aquellos cuatro truhanes limpiaron y lavaron aquellas joyas y ahora absortos a la luz de las velas contemplaban el botín obtenido de una manera muy macabra y por demás horripilante al que conformaban:--- Una tiara colmada de fina pedrería, dos collares también de oro y con muchísimas piedras preciosas, diez anillos de oro con rubíes, diamantes y esmeraldas, dos pulseras de oro colmadas de esmeraldas y rubíes y la pedrería arrancada de la parte del pecho del fino vestido de la joven ahí sepultada, además de una especie de fistol o prendedor de oro con rubíes que aquella traía asido a su pelo.


Pos’ ora ya tenemos aquí “las joyitas”, ustedes verán si nos las repartimos o vamos con don Anselmo el usurero del Bazar pa´ vendérselas todas juntas en montón o cada uno le hace la lucha por su lado.


---¡No!... dijo uno de los sepultureros…yo creo que mejor se las vendemos al viejo tacaño de Anselmo porque si tratáramos de venderlas por otro lado en cuanto lo intentáramos tendríamos a la guardia encima nuestro porque nadie nos creería que nosotros podríamos ser los dueños de semejantes valores--- ---Bueno pos’ creo que eso sería lo más correcto…dijo Crescenciano…aunque ya sabemos que el Viejo Anselmo jamás nos dará lo que cuestan en realidad pero aún así saldremos ganando porque antes de que la niña que duerme en su tumba nos obsequiara todo esto no teníamos nada…Ja Ja Ja…bueno vamos a dormirnos ya porque hay mucha chamba y mañana mientras ustedes siguen sepultando los cadáveres, yo veré a Anselmo para tratarle la compra de las joyas y traeré lo que me dé por todo esto…¿Estamos?...O si desconfían pos’ pueden ir ustedes…¡Estamos!...contestaron sus cómplices.


A la mañana siguiente y al filo de las diez de la mañana Crescenciano se metió por las joyas a la vivienda las que guardaba en un pañuelo y les dijo a los otros: ---¡Regreso en un rato!...ya saben a dónde voy--- Así pues luego de caminar un rato Crescenciano llego hasta el Bazar de Anselmo “El Usurero” hasta la Calle conocida como de “La estufa” hoy una parte de la Calle Zaragoza y una vez de que se percato de que no había nadie esperando al usurero se adentro en dicho negocio y espero a que salieran unas personas que le estaban vendiendo algunas telas finas al que despachaba detrás del mostrador y que Crescenciano no había alcanzado a ver cuando entro.


Pasados unos minutos aquellos clientes salieron y Crescenciano hasta cerró la puerta de madera de la negociación con seguro por dentro ante la mirada escrutadora y poco expresiva del Usurero y sin mediar palabra el enterrador saco de su bolsa el pañuelo amarrado en donde llevaba el monto de lo robado, lo deposito sobre el mostrador y lo abrió ante los azorados ojos del dueño del bazar dejándole ver aquellas finas joyas el cual no ocultaba el gusto enorme que le causaba contemplar aquel finísimo lote tomando y auscultando a detalle cada una de aquellas joyas con una finísima “lupa” y con un no menos preciso “cuentahílos”: ---¡Nunca pregunto nada de la procedencia de los artículos que me traen!...pero esta vez lo hare por mera curiosidad y porque nunca nada de tan alta calidad había llegado hasta este modesto negocio--- ---¿de dónde obtuviste todo esto?--- ---¡Te lo diré solo que prometas pagarme lo justo!— ---tu sabes que siempre compro todo lo que me traen al mejor precio que puedo pagar… porque además yo asumo el riesgo al comprar sin indagatoria alguna y porque a veces tengo que desplazarme hasta Ciudades muy alejadas para poder vender estos artículos--- ---está bien…está bien…te lo diré: ---Los obtuve en un entierro de una mujer que a todas luces se veía que formaba parte de una Familia de las más ricas de la Ciudad…y ya te has de imaginar el trabajo que nos costó quitárselos, sobre todo los anillos, los que estaban todavía en los dedos ya hinchados y amoratados porque el cuerpo comenzaba a descomponerse--- ---¿Cómo?...entonces le cortaste los dedos para quitárselos?--- ---¿Tu qué crees?...si no hubiera sido así jamás, los hubieras tenido aquí en tu negocio y en tus callosas y sucias manos--- ---Ja Ja Ja…¡Vaya que eres atrevido!...seguramente que abras de llegar muy lejos en estos menesteres y en estos no menos lucrativos negocitos. Luego de un rato, el enterrador salió de aquel bazar para regresar hasta el panteón en donde sus compañeros seguían laborando para unírseles en la ardua faena: ---¿Qué paso?...pudiste vender aquello--- ---¡Si sigan trabajando!... y en cuanto terminemos allá en la casa nos repartiremos y créanme que nos fue muy bien compañeros.


Ya por la noche y luego de cenar aquellos cuatro enterradores ahora convertidos en saqueadores de tumbas se habían repartido ya el montó de lo obtenido por la venta de aquellas finísimas joyas: --Ojala que cayeran más entierritos como este…Ja Ja Ja se rieron los cuatro, porque así nos haríamos ricos y hasta podríamos retirarnos muy pronto…Bueno vamos a dormirnos ya que mañana nos espera una larga faena porque según se, sigue habiendo bastantes difuntitos. Así que en cuanto depositaron sus cansados cuerpos en los camastros se quedaron profundamente dormidos, pero apenas y llevaban unas horas de dormidos, Crescenciano despertó sobresaltado creyendo escuchar ruidos, se sentó en el camastro y una vez que sus ojos se acostumbraron a la obscuridad escudriño por todo el sitio no notando nada extraño o que pudiera provocar los ruidos que él creyó escuchar, así que de nuevo se acomodo en el camastro e intentó volver a dormirse pero no bien lo había hecho escuchó como si algo se arrastrara cerca de donde él se encontraba, por lo que volvió a sentarse, la obscuridad era total en el cuartucho aquel, sus compañeros ni por enterados, poco a poco se fue acostumbrando a la obscuridad de nuevo pero esta vez fijo su vista y su atención en cada uno de los rincones cercanos al camastro en donde dormía y creyó ver o tal vez si vio algo como un gusano que se arrastraba…¡Queee?...los gusanos de los cadáveres descompuestos se están metiendo hasta la casa…se levantó y rápidamente tomó el cabo de vela que tenía ensartado en la boca de una botella y lo prendió… luego de unos minutos, quito el cabo de vela de la botella con una de sus manos y agachándose hasta el piso para cerciorarse bien, pudo ver horrorizado como aquello que considero era un gusano y que se arrastraba por el piso hacía él, no era otra cosa que el dedo, pestilente, amoratado e hinchado de la difunta en donde había estado el gran anillo y que él le había cercenado para poder sacárselo, pero debemos recordar que este dedo no cayó dentro del ataúd junto a los otros que también le fueron cortados y depositados antes de volver a enterrar el cuerpo despojado, este dedo quedo fuera en la tierra y ahora estaba frente a él señalándolo...poco a poco centímetro a centímetro el dedo se fue acercando cada vez más hacía el sin que este pudiera articular palabra alguna y de pronto este dedo brincó hasta la cara de Crescenciano, para con la uña comenzar a arrancarle girones de piel …los otros enterradores fueron despertados por los gritos desesperados de Crescenciano pidiendo auxilio …quien estaba sentado recargado en la pared alumbrándose con la vela, con los ojos desorbitados y bañado en sangre viendo hacía el piso:--- ---¡El dedo!...¡el dedo de la difunta me señalo y ahora me está atacando!--- ---véanlo…véanlo…ahí está en el piso esperando brincar de nuevo para volver a atacarme--- La verdad era que los demás no veían nada en el sitio que Chano les señalaba:--- ---cálmate…cálmate… ahí no hay nada…le decían pero este insistía--- ---¡Ahí está en el suelo!...¡quítenmelo!...¡llévenselo!...¡llévenselo por favor!--- De pronto Crescenciano se levanto del piso de un solo movimiento y señalo hacía la pared gritando con vehemencia:--- ---¡Ahí esta ella también!..¡La difuntita ¡…y dice que viene por mí para que le regrese su dedo y sus joyas que le quite…¡ayúdenme por favor…ayúdenme! Y una vez que dijo esto salió corriendo del cuartucho en donde pernoctaban perdiéndose entre las tumbas de aquel camposanto y entre la obscuridad de la noche.



A la mañana siguiente los tres enterradores, aunque temerosos, por lo ocurrido la noche anterior intentaban continuar con su labor, pero uno de ellos que pasaba por la tumba de la difuntita con una laja de cantera vio que a un lado de esta, entre la tierra estaba un dedo tirado, por lo que llamó a sus compañeros y al moverlo con una vara que tomo uno de ellos y que ahí se encontraba tirada se percataron que aquel era el dedo, ya amoratado, hinchado y pestilente por la descomposición de la difunta y notaron que en la uña tenía sangre y algunos girones de carne fresca…¡Si!...Crescenciano el enterrador había dicho la verdad ese dedo lo había atacado la noche anterior y recordando que aquel que había huido les dijo que la difuntita quería que le regresara su dedo y sus joyas, optaron por enterrar ese dedo en la misma tumba de la mujer aquella a quien le había pertenecido, no volviendo a ser visto aquel dedo de nuevo desde entonces.



De Crescenciano no se supo nada desde esa terrible noche, hasta que muchos años después un hombre, barbado, avejentado, trastornado, mugroso, maloliente y desaliñado venido de no sé qué parte, comenzó a deambular por las calles de Morelia cercanas a los mercados en donde mendigaba un pedazo de pan o un taco, gritando y señalando en los ratos en los que su locura se le acrecentaba y se acentuaba que él había cortado los dedos a una muerta para robarle las joyas con las que había sido sepultada aunque no mencionó nunca en que panteón lo había hecho, la gente solo lo escuchaba al pasar sin darle mayor importancia hasta que un día desapareció para siempre de Morelia al igual que el panteón de “los Urdiales” en donde este había cometido tal atrocidad.

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