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¿Alguna vez han escuchado hablar de los graniceros?




Los graniceros son hombres mágicos, hombres que tienen el don de hablar con los duendes, los Tlaloques o chaneques, pero sobre todo, son los hombres encargados de pedirle a Dios y a los seres espirituales encargados del agua que llueva, que caiga o no granizo.



Este curioso oficio es de origen prehispánico. En ese tiempo el sacerdote o el hechicero vivía confinado en el templo, dedicado totalmente a sus ofrendas y su magia. Con la llegada de la religión católica y los frailes, fueron prohibidas las "hechicerías" aunque los graniceros siguieron haciendo ofendas en los cerros y en los bosques, escondidos ante los ojos de los extranjeros, heredando sus conocimientos a niños graniceros y pidiendo lluvia para las cosechas.



No cualquiera puede ser un granicero, el mismo cielo y la lluvia tienen que escogerlo. ¿Cómo? El hombre tiene que ser golpeado por un rayo para que en ese momento reciba de los "dueños del agua" el don para conjurar el granizo, retirar los rayos, los fuertes vientos, los aguaceros y las diferentes clases de nubes que originan las tormentas.



En un poblado de Texcoco llamado Tequexquinahuac vive Don Timoteo Hernández Valdés, el granicero al que le llegó el don cuando aún estaba en el vientre de su madre.



Tenía la señora cuatro meses de embarazo cuando cayó al suelo fulminada por un rayo, su esposo inmediatamente mandó a traer a un granicero del pueblo vecino para que la "curara" ya que la señora estaba como muerta, cuando llegó el granicero miró las nubes y pidió permiso a los duendes para socorrer a la señora. Después de acostarla y de curarla, el granicero se acercó al esposo y le dijo:



- Ya ví porque le cayó el rayo a tu mujer, ella está embarazada y va a ser hombre, va a ser granicero como yo, más bien ¡va ser mejor que yo! No te preocupes que tu mujer no va a morir, los duendes la cuidan. Consíguele una buena partera para que la ayude cuando se vaya aliviar. Yo vendré después a conocer a tu hijo.



Cuando el niño nació todo transcurría en forma normal pero un día hubo una tormenta muy fuerte, Timoteo de tan sólo siete meses de edad puso los ojos en blanco completamente y se mecía de un lado a otro como si estuviera en un trance.


Tiempo después, a los ocho años, le platicaba a su mamá que los chaneques le habían dado de comer.



Timoteo ya es un adulto y el mejor granicero de Texcoco. Cada tres de mayo acudía a un lugar especial en medio del monte para ofrecer su ofrenda a Dios, a los seres del agua y a los chanates pidiendo que hubiera la suficiente lluvia para que crecieran bonitos los sembradíos, lamentablemente hace poco el dueño de ese terreno le prohibió la entrada.



Pero eso no detuvo a Timoteo quien ha puesto un altar en su casa donde coloca su ofrenda cada tres de mayo y sigue llevando a cabo el rito frente a los nuevos graniceros, los vecinos y todo aquel que quiera compartir tamales, frutas, flores y semillas. Un rito que tiene más de quinientos años y con el que no pudieron terminar los frailes.

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