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¿QUÉ SON LOS SOLSTICIOS?



Uno de los eventos más importantes son los solsticios, pero ¿sólo se celebra ese evento astronómico bianual o se celebran otros sucesos? Hablaremos sobre el tema y trataremos de explicar un poco de que se trata esto que llamamos "solsticio".


Los solsticios son eventos que ocurren dos veces cada año, usualmente se presentan entre el 20 y el 22 de junio (verano) y el 20 al 23 de diciembre (invierno). Se trata de un suceso astronómico que relaciona directamente al Sol con la tierra en su camino anual a su alrededor.


Como dato, el día del solsticio de Verano es considerado el día en el que el sol se pone más tarde, mientras que en el solsticio de invierno sucede al revés.


¿Qué sucede en el firmamento?


La tierra (como todos los planetas) tiene un eje, este eje le da su inclinación aparente y permite en general que las estaciones del año en los hemisferios sean distintas, los husos horarios en cada punto cardinal, el paso del día y la noche de manera escalonada y además permite eventos astronómicos como el solsticio. Específicamente los solsticios son causados porque el eje de la tierra alcanza su máxima inclinación respecto del sol, esta es aproximadamente 23° 27' en el solsticio de verano la tierra se inclina al lado opuesto del sol permitiendo que más luz solar bañe al hemisferio norte y menos al hemisferio sur, en este momento la tierra ha llegado a lo que se conoce como "sol estático" el sol se queda quieto (aparentemente) en el firmamento terrestre por un periodo de tiempo e incluso pareciera que retrograda o regresa en su carrera diaria, sin embargo esto no es así, ya que el sol no está en movimiento alrededor del la tierra, sino que es ésta la que se mueve por su órbita alrededor del sol, finalmente es un efecto óptico.


A pesar de que se trata de un efecto óptico causado por nuestra posición (desde la tierra) no deja de ser un efecto de enormes dimensiones, lo es tanto que los solsticios a lo largo de las épocas han sido considerados agentes de cambio en las estaciones, detonantes de cambios en la mentalidad de las personas, han cambiado el huso horario de diversas culturas, han establecido calendarios y hasta son considerados momentos de reflexión para algunas culturas.


En la masonería por ejemplo los solsticios han sido parte del conjunto de celebraciones masónicas que cada año se llevan a cabo, primordialmente nos recuerdan un momento de transformación, se cree que el francmasón observa en los movimientos astronómicos un comportamiento que bien puede aplicarse a su vida, así como el sol en su carrera aparente del día detiene camino, así el francmasón debe considerar el descanso de sus labores para plantearse volver al trabajo con más energía para enfrentar los retos que le vienen por delante, es una de las celebraciones icónicas de la cultura masónica porque precisamente determinan los cambios en las logias, por ejemplo los solsticios de invierno en algunas jurisdicciones suelen marcar el final de las labores, incluso se llega a considerar la última sesión del año la cena de solsticio.


Nuestra sociedad vive apartada de los ritmos agrícolas, distante y protegida de las inclemencias meteorológicas; ajena, por el desarrollo técnico, a lo que acontece a la madre Tierra. Vivimos en un devenir de días y noches distantes de los cambios que ocurren a nuestro alrededor.


Parece que los seres humanos ya no forman parte de la Naturaleza y cuando esta se delata, en catástrofes atmosféricas, nos parece que sucede algo anormal, cuando el cambio y el conflicto es lo normal en ella. La Masonería nos recuerda en el ceremonial del Solsticio que somos parte de la Naturaleza, que estamos inmersos en sus ciclos y que ella es la sustancia, base y fin de nuestra obra.


El Solsticio de Invierno es para nosotros un gran símbolo natural de la muerte y el renacimiento. Es nuestro memento mori por antonomasia, donde toda la naturaleza venera enlutada a la luz que es la fuente de toda vida. Pero en la misma muerte yace la semilla del espíritu que florecerá en la primavera y culminará en el esplendor del solsticio de verano. “En medio del invierno descubrí que había, dentro de mí, un verano invencible”, escribió Albert Camus. La luz y la oscuridad no pueden existir la una sin la otra y es posible ver en las tinieblas una luz invencible.


Gran parte de las religiones, de manera más o menos oculta, son filosofías naturales o astroteologías, extraían sus principios filosóficos y sus conductas morales y rituales de una atenta observación de la naturaleza, y particularmente de los astros. Esto se basaba en un pensamiento analógico del cual se derivaba un sistema de correspondencias que concebía al hombre y a la naturaleza sublunar como espejos del macrocosmos.


El Sol era el símbolo de la personalidad, el sí mismo divino, el gran héroe que atraviesa todo tipo de peripecias en su viaje anual, incluyendo el descenso al inframundo, lo cual marca el triunfo de la luz y la prueba de la inmortalidad de la vida, que siempre se regenera. Nueve meses de Luz y tres meses de oscuridad, nueve maestros y tres malos compañeros, que nos apartan de la Luz.


El ser humano, entonces, es el pequeño Sol que atraviesa arquetípicamente las mismas permutaciones que el Sol-astro (cada año, pero también en su vida como conjunto) y que debe convertirse en el héroe inmortal de su propio psicodrama cósmico.


Así es entonces que este hito del invierno es para los masones, que sintonizan estos patrones arquetípicos, un tiempo de recogimiento, de conservación de la energía, de reflexión y renacimiento, a la espera del triunfo de la Luz.



Por: Romario Velasco

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