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EL ESTRÉS, CAUSANTE DE APETITO CONSTANTE


Darte el gusto de comer chocolate o papas fritas de vez en cuando no tiene nada de malo, pero si no dejas de pensar en la comida chatarra y la consumes frecuentemente, podría ser un reflejo de que estás sujeta a constante estrés, según una publicación de la escuela de Medicina de la Universidad de Harvard.


Durante una situación de estrés, el cerebro puede responder de dos formas: Pelear o huir. Durante los primeros momentos en los que enfrentamos una situación que provoca angustia, el cuerpo libera adrenalina y el apetito disminuye.


Sin embargo, cuando no somos capaces de superar las dificultades, el estrés que se queda con nosotros activa la segregación de la hormona cortisol. El cortisol es responsable del aumento del apetito, por lo tanto, las personas que acumulan estrés pueden sentir antojos especialmente de comidas altas en azúcares y grasas, según explica la Universidad de Harvard.


Los alimentos altos en calorías funcionan como recompensas en nuestro cerebro, pues dan mayor satisfacción y crean una sensación de bienestar. Distintas investigaciones han concluido que la comida puede generar una adicción parecida a drogas como la cocaína.


Refugiarse en la comida no sólo daña la salud física, sino también emocional. Cuando has pasado mucho tiempo sin poder liberar la tensión, la glándula suprarrenal (encargada de la respuesta al estrés) se debilita y envía señales confusas al cuerpo.


Esto ocasiona menor capacidad de respuesta ante dificultades y, por lo tanto, emociones negativas, explica Rajita Sihna, directora del Centro para el Estrés de la Universidad de Yale.


Los estudios de la Universidad de Harvard también reportan que las personas que tienden a aumentar de peso debido al estrés son aquellas que ya presentaban sobrepeso. Las mujeres son más propensas a aliviar su estrés recurriendo a la comida y los hombres a drogas como el alcohol.

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